Abogado, Dr en Derecho. Profesor honorario de la Universidad de los Andes y ex Magistrado

lunes, 3 de agosto de 2020

APORTE DEL HUMANISMO CRISTIANO AL HUMANISMO AMBIENTAL

GRUPO DEMOCRISTIANO PATRICIO ALYWIN

Ética y Política”. “Humanismo y Tolerancia”

 

Serie Opiniones[1]

“Será responsabilidad del Estado velar por la protección de las riquezas nativas en materia de flora y fauna, por la calidad del aire y del agua, de los ríos, lagos, lagunas y del mar territorial, de los recursos renovables y no renovables, de tal modo que se mantenga el equilibrio ecológico necesario para la vida y que la naturaleza no sea destruida por la actividad de explotación y usos indiscriminados” (Patricio Aylwin, “Programa de gobierno)

 

 

APORTE DEL HUMANISMO  CRISTIANO  AL HUMANISMO AMBIENTAL

Román J. Duque Corredor[2]

 

   En el magisterio de la catedra de Roma es posible distinguir como fuentes del humanismo cristiano diversos documentos pontificios, entre encíclicas, cartas y discursos. Estas fuentes son caracterizadas por su contenido. Asi, por ejemplo, las Encíclicas Rerum Novarum  de León XIII  (1891) se distingue por la cuestión social en razón del impacto político que generaba la revolución industrial y que transformó las relaciones de trabajo en el mundo;   la Humani Generis de Pio XII  ( 195)  sobre la  falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica; la  Pacen in Terra  de Juan XXIII  (1963)  sobre la promoción de la paz entre todas las naciones y de condena a la carrera armamentista; la Populorum Progressio de Paulo VII  (1967) sobre el progreso de los pueblos mediante el desarrollo social para alcanzar la paz entre los pueblos;  la  Laborem Excersens  de Juan Pablo II (1981)  acerca de la dignidad del trabajo humano ;  la Caritas in Verítate de Benedicto XVI (2009) dedicada a examinar la globalización y recientemente la Laudato Si del Papa Francisco  (2015)  que se refiere a aspectos ambientales y a la  invitación  a salvar el planeta.  De estos documentos es posible deducir nociones y principios no solo para el humanismo cristiano, sino tambien para la confluencia de la doctrina del humanismo contemporáneo. Una de esas fuentes es la Encíclica Laudato Si, del Papa Francisco, de 24 de mayo de 2015, que, junto con su Mensaje ante la 70ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 25 de septiembre del mismo año, con motivo de la Cumbre sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, constituyen las fuentes del humanismo cristiano respecto del derecho al ambiente, la biodiversidad y la ecología. Es decir, desde el punto de vista del derecho humano al desarrollo y de la conservación de la naturaleza como principio ‘ético, más allá de lo técnico y conservacionista. Por su importancia para la doctrina humanista, vale la pena destacar el contenido de lo que podría llamarse “el ecologismo cristiano”.

 Para el humanismo cristiano existe un verdadero «derecho del ambiente», por dos razones.  Primeramente, porque los seres humanos son parte del ambiente y, por tanto, viven en comunión con él. Por ello, el ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar, puesto que trascienden más allá del ámbito físico y biológico del adelanto de la ciencia, de la técnica, de la industria y el consumo, por las capacidades de progreso del hombre.  Es decir, la humanidad es un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, que solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable.  De allí que cualquier daño al ambiente es un daño a la humanidad. Y, en segundo lugar, el ambiente es un verdadero derecho, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas.  Por esta razón, los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creen que el universo proviene de una decisión de un creador, que permite al hombre servirse de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla.  De este planteamiento se deduce que el humanismo el ambiente es un bien fundamental.

 Por otra parte, para el humanismo cristiano el abuso y la destrucción del ambiente generan un imparable proceso de exclusión social.  Porque abusar de los recursos materiales disponibles excluye de su aprovechamiento a los más débiles y con menos habilidades.  Esta exclusión económica y social por el abuso ambiental es una negación de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y, por supuesto al ambiente, como bien fundamental.  Por ello, en el humanismo la “cultura del descarte”, o la cultura de exclusión a todo aquel y aquello que no esté en capacidad de producir, excluye a los seres humanos no solo del creador, sino tambien de las cosas, de los animales y de los bienes de la naturaleza.  Por tanto, para el humanismo los procesos de exclusión economica social y ambiental atenta contra el derecho básico a la vida, la libertad y la propiedad.

En ese orden de ideas, los compromisos asumidos internacionalmente solemnemente, si bien son necesarios para el derecho al ambiente, la noción clásica de justicia de constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi, debe acompañar esos compromisos como elemento esencial de una voluntad constante y perpetua de cumplir esos compromisos o declaraciones.  Es decir, para el humanismo el nominalismo declaracionista, como un efecto tranquilizador en las conciencias es ineficaz, en la lucha contra todos los flagelos de la “cultura del descarte”.  Parte de esa voluntad es la de promover la cultura y la educación ciudadana para proteger y recuperar el ambiente.

 En ese contexto del derecho al ambiente como parte del derecho al desarrollo, existe la obligación internacional de los estados de garantizar una mínima base material y espiritual para las personas de ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social.  Es decir, materialmente: techo, trabajo y tierra: y la libertad de espíritu, que comprende el ejercicio pleno de los derechos fundamentales de la persona humana. Asimismo, el derecho del desarrollo humano integral tiene como fundamento el derecho a la vida, es decir, el derecho a la existencia de la misma naturaleza humana. En consecuencia, para el humanismo la proteccion del ambiente es parte del derecho a la vida.

En el mismo orden de ideas, para el humanismo cristiano la crisis ecológica, y la destrucción de la biodiversidad, atentan contra la existencia misma de la especie humana.   Puesto que “El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza» (Benedicto XVI, citado en Laudato Si).  De modo que la defensa del ambiente, de la biodiversidad y la lucha contra la exclusión son principios ‘éticos inscrita derivados de la naturaleza humana, que comprende el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones.  Para le humanismo cristiano y para el humanismo, en general, la aplicación de estos principios ayuda a resolver los graves desafíos de la degradación ecológica y de la exclusión y a garantizar el derecho al ambiente como parte del derecho al desarrollo integral.

De acuerdo con lo expuesto en el humanismo cristiano, y, a mi juicio, en la doctrina humanista, existe una ética medioambiental que comprende diversos principios filosóficos, criterios normativos y de accion[3], que definen un pensamiento doctrinario humanista ambiental.

Como principios o ideas básicas, son los siguientes:

  1. La Tierra es nuestra casa común dónde habita la familia humana, que como un gran ecosistema en el que estamos inmersos se debe cuidar en interés de todos.  En esta “casa común” quien habita es la humanidad o la “familia humana”.
  2.  Los problemas ecológicos incluyen al ser humano, los cuales son: la creciente contaminación del aire, de las aguas y del suelo, la acumulación de basura y la cultura del descarte, el cambio climático, la escasez de agua y la perdida de la biodiversidad, pero también la des­trucción del ambiente humano, con problemas de deterioro de la calidad de la vida humana, degradación social, la inequidad mundial y la debilitación de las relaciones humanas.
  3. La naturaleza ha de ser vista como un bien de la creación que nos refleja su hermosura y bondad, donde cada criatura tiene un valor y un significado y donde todos los seres están interconectados.
  4.   En los   problemas ecológicos si bien la cultura y las estructuras socioeconómicas tienen influencia, tambien hay responsabilidad humana contra la creación, puesto que dependen de la conducta de las personas y de los gobiernos, que manifiesta en los síntomas de enfermedad en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. 
  5.  Existe una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, puesto que a aquellos son quienes más afectan la contaminación, la escasez de agua, la explotación desmesurada de recursos naturales y los basureros descontrolados.

Aparte de los anteriores principios éticos ambientales el humanismo cristiano ecológico y para la doctrina humanista ambiental, se pautan como criterios normativos o de orden, los siguientes:

  1.  Hay un orden natural en el medio ambiente y en la vida humana que debe ser respetado como un orden o derecho natural propio, por lo que se debe respetar las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo.
  2. La tierra es esencialmente una herencia común y sus frutos deben beneficiar a todos y que nos lleva a vernos como administradores responsables de la creación y no como pro­pietarios y dominadores autorizados a expoliarla en búsqueda de los propios intereses Ademas, la preocupación por las futuras generaciones, obliga tambien a la consiguiente solidaridad intergeneracional que ha de armonizarse con la solidaridad con los desfavorecidos actuales.
  3.  Existe una “deuda ecológica” generada a lo largo del tiempo con daños ecológicos locales relacionados con ex­portaciones de algunas materias primas, con desequilibrios comerciales y con la contaminación global creada por países desarrollados.

Y, los anteriores principios y criterios de orden o normativos, se desprenden los siguientes criterios para la accion:

  1. La promoción de una “ecología integral” ambiental, económica y social.
  2. Recuperar una visión profunda de la naturaleza y reconocer el valor propio de cada criatura, trascendiendo el lenguaje de las matemáticas o de la biología, que contemple la naturaleza en conexión con la esencia de lo humano.
  3. Las soluciones ecológicas han de incluir diálogo, actuaciones tanto institucionales como personales y el recurso a la cultura y a la espiritualidad, que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comu­nidad local y la nación, hasta la vida internacio­nal. Y, acciones cotidianas, de educación, creatividad; y de presión sobre el poder político, económico y social: y de atencion a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritua­lidad.
  4. Promover una “conversión ecológica” como estilo de vida” sin obsesionarse por el consumo y que desarrolle en los seres humanos la creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas del mundo, y a entender su superioridad no como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de los principios ‘éticos ambientales.

Puede decirse, de lo expuesto, que el humanismo cristiano aporta principios filosóficos, criterios normativos y de accion que definen un pensamiento doctrinario humanista ambiental que cada vez cobra vigencia y que se ha venido imponiendo el orden internacional.

 

Caracas, 3 de agosto de 2020

 



[1]  Los artículos de la Serie Opiniones es responsabilidad de sus autores y no compromete al Grupo Democristiano Patricio Aylwin.

[2] Exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Politicas y Sociales. Coordinador del Grupo Democristiano Patricio Aylwin.

[3][3] En este tema sigo a Domènec Melé, en su artículo “Medio ambiente: doce ideas calves del Papa Francisco (IESE Business School University of Navarra, 24 de junio 2015).(https://blog.iese.edu/eticaempresarial/2015/06/24/medio-ambiente-doce-ideas-claves-del-papa-francisco/)

 


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