Abogado, Dr en Derecho. Profesor honorario de la Universidad de los Andes y ex Magistrado

domingo, 9 de julio de 2023

Palabras y mensaje en la reinauguración de la Sala de Juicios Tecnológica de Juicios Román J. Duque Corredor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello.

 

   Palabras y mensaje en la reinauguración de la Sala de Juicios Tecnológica de Juicios Román J. Duque Corredor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello.  

 

Román J. Duque Corredor

Magnifico Rector

Dr. Arturo Peraza Celis S. J.

Secretaria de la Universidad

Dra. Magaly Vázquez

Decano de la Faculta de Derecho

Dr. Jesús María Casal

Directora de la Escuela de Derecho

Dra. Maria Lidia Álvarez.

Profesores y estudiantes presentes

La presencia en una Sala de Juicios universitaria, en momentos como los que vivimos, provoca reflexiones e interrogantes que podrían llamarse existenciales. Es decir, sobre la necesidad de una Sala donde se enseñe el arte del proceso como medio de obtener justicia.  Esta circunstancia trae a mi memoria la célebre conferencia del esclarecido jurista italiano Piero Calamandrei, dictada en la Universidad de Florencia, el 27 de enero de 1940, durante el régimen fascista y en pleno desarrollo de la segunda guerra mundial, que abatían a Italia.   Cuenta Calamandrei que la sala de la Federación Universitaria Católica Italiana, estaba llena pero muy fría y con público extraño de católicos, judíos, antifascistas, magistrados, profesores, el Grupo Universitario Fascista, y el arzobispo.  Y que no sabía como se comportaría ese público ante la conferencia que se disponía a pronunciar sobre “Fe en el derecho”.  Decía que a pesar de la frialdad al señalar que daría su conferencia dentro de la más estricta legalidad para proporcionar cierta orientación para la sociedad italiana, le parecía haber sentido en su torno un cálido consenso de los abogados, profesores y estudiantes presentes

 En esta oportunidad en la que la Universidad Católica Andrés Bello, de mi grado de abogado y de mi doctorado en derecho y de mi carrera de docente, me honra dándole mi nombre a la Sala de Juicios de su Facultad de Derecho, rememoro aquél episodio histórico del ilustre jurista Calamandrei, en un ambiente no de frialdad como el que sintió él, sino de gran calidez y de esperanza a mi alrededor, de autoridades rectorales, decanales, colegas profesores y estudiantes, familiares y abogados.  Pero si tomo en cuenta que el ambiente político y social no es el más propicio para hablar, sobre todo a los estudiantes, de la fe en el derecho y mucho menos de justicia, he de recordar que, ante un ambiente parecido, Calamandrei, comenzó sus palabras diciendo. “¿Estamos en lo cierto al defender el derecho?  ¿Es verdad que para retomar el camino hacia la justicia hace falta reconstruir el instrumento de la legalidad y de la libertad?  ¿Somos los precursores del porvenir, o los conservadores de un pasado en disolución”? Pienso, que, en este tiempo dramático para el Derecho y la Justicia, que los abogados hemos de prepararnos y formar a nuestros estudiantes para reconstruir esos instrumentos de modo de preparar el porvenir para no conservar el presente actual que representa el pasado.

 Parto de la idea que esa angustia existencial sobre la vigencia del Derecho y de la Justicia embarga todas las conciencias y principalmente afecta a los profesionales del Derecho y a los estudiantes de esta carrera. Unos porque han dedicado su vida al servicio de la ley y ambos porque lo preocupante no es el fundamento axiológico de la Justicia, sino el dar la Justicia a quienes tienen sed de ella.  La Justicia es no solo un valor preterido hoy en Venezuela, sino una necesidad existencial de los venezolanos, ante la carencia de un Estado de Derecho de Justicia y de la falta de democracia.  Preocupa, también a quienes nos dedicamos a la docencia de la ciencia jurídica, como lo advertía Calamandrei, que se consolide el escepticismo y el recelo de los jóvenes por lo jurídico, incluso entre aquéllos que por tradición familiar o por conseguir una salida profesional honesta, siguen o continúan sus estudios de Derecho, y que pierdan el ardor por su estudio o que se enrarezca su ánimo de ser abogado. Por ello, creo loable, meritorio y esclarecedor que las universidades exalten la Justicia y el Derecho como el camino para construir o reconstruir la legalidad y la libertad, en palabras de Calamandrei. Sobre todo, para sembrar en sus conciencias, que “la justicia no sirve al más fuerte”, como decía entre los Sofistas, Trásimaco, y que tampoco solo de la fuerza bruta sale el Derecho, como lo sostienen los juristas del horror y del terror.  Y para que se tenga conciencia que el Derecho no está todo en la ley, sino que, para conseguir la Justicia, hay que considerar como Derecho también a los valores éticos y a la equidad.   En la formación del estudiante de Derecho, en palabras de Calamandrei, ha de apartársele “del equilibrista de la dialéctica que ingeniosamente se ejercita sobre trapecios de puras fórmulas, sin pensar si quiera en el contenido, bueno o malo, que las mismas encubren”.         Vale la pena recordar, en este orden de ideas, que San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios, decía que la Justicia es un atributo divino, por lo que la iniquidad y la malicia la contradicen (EE [59], y por ello las formas jurídicas no pueden ser neutras.   

Las Salas de Juicios Tecnológicas están destinadas a realizar simulacros de procesos para que los estudiantes desarrollen habilidades para hablar en público, argumentar, debatir, persuadir, clarificar los hechos y precisar las decisiones jurídicas.  Asimismo, poseen elementos que dan cuenta de la solemnidad de los procesos que ahí se realizan, por lo que están adaptadas a los requerimientos que sobre espacios y materiales deben tener tales Salas.   

 Se habla tanto de inteligencia artificial y de inteligencia telemática en estos tiempos. Que también es tiempo para resaltar que ambas han de estar al servicio de la inteligencia humana. Mejor dicho, de su dignidad y de sus valores. Así como que los homenajes que se realicen a personajes, han de convertirse en tribuna de los valores humanos y no en un altar de cultos personales. Este es el significado de este acto de reinauguración de la Sala de Juicios Tecnológica, de nuestra Facultad de Derecho, como método para la formación de futuros abogados y jueces. De modo que aprendan a servirse de la tecnología para acercar más a las partes y al juez con las partes. Y para hacer más trasparentes los procesos judiciales. Pero donde códigos y leyes siguen siendo su contenido y los valores superiores del ordenamiento jurídico, los patrones de conducta de los participantes de esos procesos. Además, las salas tecnológicas para los juicios son medios para la práctica de la oratoria argumentativa. Primordialmente estas salas mediante sistemas informáticos se utilizan no como un fin en sí mismo, sino como medios para evitar desplazamientos, digitalizar servicios judiciales, reducir los gastos de un proceso judicial, facilitar el acceso a la justicia y para impedir la interrupción de los procesos en casos de emergencia o alarma. Son medios para permitir en los juicios no presenciales las comparecencias, la declaración o actuación ante un juez o tribunal.  Y la información sobre el estado de los juicios por medio de expedientes electrónicos y como parte de la protocolización de los procesos   orales. Ello a través de audiencias virtuales y de plataformas de internet y de registro e información de datos y jurisprudencia por internet.  Pero no implica alteración de las etapas o las reglas de los procedimientos judiciales. Y tampoco se puede olvidar que estos juicios tecnológicos se tratan de formatos judiciales, que tienen sus requisitos para su validez, puesto que deben salvaguardar los principios fundamentales del proceso, como la igualdad, la imparcialidad, la autenticidad de los documentos electrónicos, la seguridad del Archivo de los datos informáticos y las garantías del debido proceso de las partes. 

 Si bien la inteligencia artificial son sistemas informáticos que intentan imitar la función cognitiva humana a través de máquinas procesadores y del software para procesamiento y análisis de datos, como el Chat GPT; por supuesto, no se trata de sustituir   los abogados y los jueces por robots. Como dice, Ramon López Manatras, director del Instituto de Investigación de Inteligencia Artificial y miembro del Consejo Asesor del Foro de Humanismo Tecnológico de la Universidad Ramon Llul, de Barcelona. España. por muy general que llegue a ser una inteligencia artificial, por muy multitarea que sea, nunca será igual a una inteligencia humana”. “Por muy humanoide que construyamos un robot y hagamos que camine sobre dos piernas como nosotros, y que tenga una altura similar a la de un ser humano, con visión estereoscópica y algún tipo de piel artificial que pueda tener sentido del tacto, por mucho que intentemos acercarlo al máximo a lo que es el cuerpo de una persona, eso es, por mucho que lo antropomorficemos, no será exactamente igual a un ser humano. No captará las cosas igual que las captamos nosotros y la inteligencia resultante de todo ello, en mi opinión, será necesariamente distinta[1].  En la inteligencia artificial aplicada a los judicial, para no vulnerar derechos o no incurrir en abusos o arbitrariedades, el control humano no puede faltar.  Lo justo e injusto, lo legal y lo ilegal, la verdad procesal, la lógica jurídica, la racionalidad y la equidad, solo es propio del cerebro y de la conciencia humanas.


Es posible que el llamado ChatGTP, escriba oraciones o hasta poemas o resuelva problemas de datos, pero no resolverá la justicia en los diferentes conflictos. Además, en palabras del Papa Francisco, en el Discaterio para la Educación y la Cultura en El Vaticano, que la inteligencia artificial y el aprendizaje automático es un potencial de un futuro positivo para la humanidad, si quienes desarrollan y operan esas tecnologías lo hacen de manera ética y responsable. Sobre todos si son abogados y jueces que han de resolver problemas humanos. Como símbolo de ese control humano ético y no responsable de la tecnología judicial, he ofrecido a las autoridades decanales, mi Constitución de 1961, la Ley Orgánica de la Corte Suprema de 1976, el código civil de 1941, y la medalla que con la que identificaba mi condición de magistrado, que es la misma que utilizaba mi Padre, José Román Duque Sánchez; el busto del Libertador, la Bandera Nacional y el Busto de San Ignacio de Loyola,   que durante años estuvieron y   adornaron   mi Despacho en la Corte Suprema de Justicia. De esta manera, pienso que se humaniza la tecnología judicial.

De modo, que esta Sala, para la que la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello escogió mi modesto nombre, será, sin duda, espacio para que los futuros abogados Ucabistas, aprendan, en palabras de Eduardo Couture, “practicar el Derecho como una ciencia, ejercer la abogacía como un arte y defender la justicia como una religión”.  No tengo duda, que, en la Sala de Juicios de nuestra Facultad de Derecho, recordando de nuevo a Calamandrei, “la palabra «justicia» vuelve a ser fresca y nueva como si se pronunciase entonces por primera vez”. Y, que quien la pronuncie, “sentirá en la voz un temblor discreto y suplicante como el que se siente en las palabras del creyente que reza”, así que quienes practiquen en dicha Sala los simulacros de los procesos, aprenderán que la Justicia como atributo divino, “tiene momentos de humilde y solemne sinceridad humana para limpiar a la abogacía de todas sus miserias”.

 

 Un agradecimiento eterno para mi Universidad porque por su generosidad, mi nombre queda grabado en su sede, más que por mis méritos, porque en mi vida profesional, tuve presente el compromiso como juez cristiano,  de “Servir, dar y llenar de vida a los otros”,  que el santo abogado y sacerdote jesuita chileno, “San Alberto Hurtado”, tenía como su lema de vida; y   que quisiera que sirviera de definición del Derecho como instrumento para construir la Justicia sobre la legalidad y la libertad y de inspiración a esta Sala de Juicios, que la Universidad Católica Andrés Bello consagra para que se mantenga la fe en el Derecho. Recibo este homenaje con humildad, por lo que quiero que tenga un significado para los futuros abogados, a quienes les digo, no pierdan la esperanza, tengan fe en que podrán formarse con excelencia en esta Universidad y convicción de que van a poder hacer algo por su familia y por el país.  Recuerden que si se ejerce el derecho sin sentido humano y ético no se está cumpliendo la función de la abogacía, que es orientar la sociedad hacia los valores morales. Y que, al concluir su formación universitaria, eviten doctorados en pesimismo o en fatalismo, o maestrías en desesperanzas. Comiencen con la especialización de perseverancia y serán mejor que muchos doctores en suspicacia y más valiosos que magistrados en hipocresía.

 

Caracas, 21 de junio de 2023

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