GRUPO DEMOCRISTIANO PATRICIO ALYWIN
Serie
Opiniones[1]
LA CONFERENCIA
EPISCOPAL VENEZOLANA (CEV), ELECCIONES PARLAMENTARIAS Y MOVILIZACIÓN POPULAR.
Román
J. Duque Corredor[2]
La racionalidad es lo más prudente para evitar
interpretaciones confusas o distorsionadas de planteamientos sobre los cuales
desde distintas visiones surgen más de una reacción según la posición que se
tenga ante una realidad politica. Sobre todo, cuando tales planteamientos
provienen de voces autorizadas sobre asuntos que si bien son de naturaleza política
sin embargo responden a razones de conciencia. Primeramente, hay que atender a la
esencia y el sentido de planteamientos como los que ha formulado la CEV en su
Comunicado del 11 de agosto de este año, ante las elecciones parlamentarias. Según
el Comunicado su propósito es procurar el discernimiento del los dirigentes
sociales y políticos ante los graves retos que enfrenta hoy la patria. Y que, a los miembros de la CEV, “Nos mueve
la fe en Dios, en los valores trascendentes y el amor al pueblo, los únicos que
conducen a la paz y a la convivencia fraterna de todos”. Ello es suficiente
para no dudar de su intención, y mucho menos para calificar de claudicación a y
demeritar a la CEV, sin que por ello signifique que no se pueda discernir
tambien sobre la factibilidad de estos planteamientos, porque no obstante ser de
orden moral, sin embargo, por su contenido es de naturaleza política y, por lo
tanto, tambien hay que valorar su factibilidad, puesto que su efectividad se
juega en la práctica y no en la teoría. En
segundo lugar, esta intención hace necesario ponderar las razones de lo que
vendrían a ser sus proposiciones, puesto que son respuestas a un discernimiento
político. Y, en tercer lugar, de ser
asi, como se trata de proposiciones, que por más que respondan a principios, en
este caso, son cuestiones politicas, como se dijo, por ello, hay que examinar su
utilidad, eficacia y factibilidad para valorar si ante males mayores son en
verdad un perjuicio menor. Parto, por
tanto, del criterio que la posición de la CEV en la actual circunstancia del
pais resulta muy enjundiosa y difícil de interpretar por el común de los
venezolanos por la polarización a que ha llevado a una politica excluyente, de
persecucion y dictatorial del gobierno que detenta el poder. Polarización que hace más sensible y profunda
la reacción frente a un gobierno de tal naturaleza incluso entre los sectores
de oposición, que sufre persecucion, cárcel, torturas y desapariciones. Maxime
que, como la misma CEV lo afirmó el 8 de enero y el 10 de julio existen
sectores de oposición complacientes y sectores que se prestan al juego
desvergonzado con el cual el régimen se consolida como un gobierno totalitario,
por lo que, según la misma CEV, las elecciones deben ser autenticas y
democraticas. Pienso, pues, que la participación plena y libre de todos los
partidos y movimientos políticos, que el Comunicado sugiere, depende del grado
de certidumbre de estas condiciones mínimas y de que la poblacion sienta esa
participación como una exigencia. Por
ello, mas que una critica al Comunicado de la CEV, me permito, tambien por
motivos éticos, expresar algunas de las inquietudes que me produce tal documento.
El Comunicado de la CEV parte de que en
Venezuela existe un mal mayor. La profunda crisis económica, social, moral,
institucional y política que vive el país. Y que es olvidada por quienes tienen
mayor responsabilidad en el campo político, porque materialmente controlan el
poder. Ante esta realidad, a pesar de su anormalidad, el Comunicado ratifica
que el pueblo tiene una gran vocación democrática. Esto es indiscutible. Por lo que se entiende porque el Comunicado
considera que una ruta política consensuada e inclusiva para resolver los
ingentes problemas que afectan a nuestro pais, son las elecciones libres,
justas e imparciales con participación de todos los partidos y movimientos
políticos, y con un basamento ético que respete el voto ciudadano según está
previsto en la Constitución y las normas electorales. Asimismo, el Comunicado,
admite que las irregularidades que se han cometido hasta ahora en el proceso de
convocatoria y preparación de este evento, no responden a este basamento. Por
otro lado, señala que ante esta irregular situacion grupos importantes de
sectores de oposición han expresado su voluntad de no participar en las
elecciones parlamentarias, pero que esto no basta, sino que hay que buscar
salidas y generar propuestas, en su lugar. Es decir, la simple abstención sin
una ruta política para buscar salidas y generar propuestas para el pueblo, no
produciría solucion a la crisis. O, en
otras palabras, que la abstención no militante lleva a la inmovilización
popular y al abandono de la acción política.
Y, que la participación del pueblo es necesaria para
vencer los intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno, si
es masiva y si concurren plena y libremente todos los partidos y movimientos
políticos y si estos dejan a un lado sus propios intereses para promover el
bien común y el servicio a todo el pueblo venezolano. De modo que, si la
participación partidista no es plena y libre, sino la de unos pocos con
exclusión de los demas, o, aislada, por unos partidos, sin buscar consenso, no
sería una movilización popular, y tan ineficaz como la abstención no militante.
El Comunicado, asimila a esta abstención la de diciembre de 2005, y señala que no
tuvo ningún resultado positivo. Si bien no fue la salida del gobierno, la
participación de solo 3.604.741 votantes de 14.272.964 electores, o sea, la
abstención del 75%, sirvió para la deslegitimación de la Asamblea Nacional
oficialista, y para consolidar una unidad opositora hasta el punto de que esta
participó masivamente en las elecciones parlamentarias de 2015, entre otras
razones, porque había partidos y candidatos opositores habilitados y ademas
porque se contaba con una sola tarjeta, se respetaron los centros electorales y
se aseguró una auditoria electoral y una observación imparcial y los militares no persiguieron los opositores;
por lo que no fue posible el fraude.
Los demócratas no dudamos que la participación
masiva del pueblo es indispensable y necesaria para vencer los intentos
totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno, como lo dice el Comunicado. Ello depende de la realidad. De que
ciertamente el pueblo sienta algún resultado favorable de su participación. ¿En efecto, cuál es el ambiente para unas elecciones
en
la actual situación que vive nuestra sociedad, de anomia, desolación, tristeza,
apatía y sobre todo hambre, mezcladas todas ellas con el Coronavirus? Vienen a la memoria las
palabras de Caldera en el Congreso Nacional cuando el malhadado golpe de
Chávez, aquello de que no se le puede pedir al pueblo que se sacrifique en aras
de la democracia, cuando ella padece de hambre. Sin
duda un ser humano hambriento no puede tener ni siquiera civismo, como decía
Fernando Savater, lo único que quiere es comer y todo lo demás, incluyendo por
supuesto la política, viene después.
El
solo llamado puro y simple a la participación, por ser un derecho
irrenunciable, y porque es lo más democratico, se aleja de lo que es la praxis actualmente en Venezuela. La realidad
nacional, lo sabemos de sobra, es la de que tenemos en el poder a un régimen arbitrario
en que todo lo que hace u organiza, y que por su origen es ilegítimo, porque es
usurpador. Es decir, es ilegal ad substantiam. Y, en consecuencia, un proceso
eleccionario preparado por el régimen a su medida, por las irregularidades que
el mismo Comunicado denuncia, si no es modificado, no ofrece garantía alguna,
ni antes, ni después de la celebración del mismo. Para hablar vulgarmente es una trampa más de
las que acostumbra imponer el gobierno. Ahora bien, ¿cuáles son las medidas reales que
puede adoptar hoy en día y en lo adelante la oposición democrática de manera
concreta? Es cierto que es muy fácil decir que no puede
ser pasiva la posición de la oposición. ¿Pero cómo se hace activa? Honestamente con un país cuya población está
acorralada por la pandemia, el hambre, las carencias y la anomia y pidamos a
Dios que el virus no vaya estar peor en los meses por venir; no creo que para
la mayoría de poténciales electores, la prioridad sean las elecciones por
encima de su situación de cómo lograr sobrevivir ante tanta calamidad. Por el
otro lado, el régimen no ofrece perspectiva alguna, garantías ni confianza para
negociar nada. Es verdad, que impulsar movimientos
masivos de calle en apoyo al desconocimiento del proceso, por supuesto que es
lo ideal, pero hay que ser realista y práctico, como me decía un taxista cuando
comentábamos la participación electoral, “la masa no está para bollos
ahorita en Venezuela para sus electores, donde lo que prevalece es el virus, el
sufrimiento, las carencias, el hambre”.
Es decir, la sobrevivencia existencial, por encima de cualquier
reflexión política profunda como la que plantea la CEV, o de cualquier llamamiento
entusiasta a líderes de oposición, que por las actuales circunstancias muchos
han puesto la carne en el asador. Por
eso pienso que una mayor presión diplomática concertada y operativa, al unísono
con una masiva participación politica mayoritaria de posposición de las elecciones,
parece más lógica y pudiera servir para la búsqueda de la suspensión del
malhadado proceso creado por el régimen, forzándolo a tener que aceptar la
posposición por el imperativo del virus y del desconocimiento patente y activo
de la comunidad internacional a la farsa que se cocina a fuego lento. En este orden de ideas, no puede negarse
reconocimiento al interés manifestado por la CEV, pues demuestra su amor por un
país sojuzgado y de rodillas; además de ser su mensaje una muestra del apego a
principios de participación cristiana muy respetables. No dudo que la CEV en esta posición está
orientada por la posibilidad de la unión y la concordia de todos los
venezolanos. Aspiración que, en la realidad actual venezolana, controlada por
un régimen que no tiene similitudes en el mundo y que es criminal, corrupto,
excluyente, requiere practicidad. Es explicable, pues,
que, ante esta adversidad, surja como planteamiento la abstención ante esa
farsa electoral, pero la cual ha de ser militante y no pasiva y
alternativa. Por eso pienso, que antes
de llamar a participar o a la abstención, la motivación debe ser la de la
posposición de las elecciones para lograr mayor certidumbre sobre sus garantias
de participación plena y libre, como ha de ser, según el Comunicado, el proceso
electoral parlamentario.
A la
posposición de las elecciones ayuda la Comunidad Internacional. Hoy en día la UE
está alineada con la posición porque las elecciones propuestas por el régimen
son una farsa. La OEA también e igualmente el Grupo de Lima y el Grupo de Contacto.
Estados Unidos, Colombia y Brasil están
alineados en la misma posición, al igual que más de 15 países latinoamericanos
incluyendo a Argentina que se manifestó en contra del desprestigiado proceso. Ademas, ante la coyuntura del virus que para la época
prevista del proceso electoral puede
estar en su fase más crítica en Venezuela, la salida más real es presionar fuerte politica y diplomáticamente
al régimen para que acepte una suspensión de las elecciones, instrumentándose
esa acción, mediante declaraciones conjuntas de carácter diplomático de los
grupos mencionados anteriormente y con medidas económicas y políticas concretas
por parte específicamente de los países latinoamericanos, que hasta ahora han
demostrado un apoyo más retórico que práctico en contra del régimen. Así mismo
estas medidas deben coordinarse con los dos organismos, la OEA y la UE para que
todos los que impugnan genuinamente al régimen venezolano actúen al unísono. La UE que siempre se había mantenido arisca a
apoyar decisivamente a la oposición democrática venezolana, hoy en día ha
afirmado que de ninguna manera reconoce la farsa electoral que ha preparado el
régimen y ni siquiera estuvo de acuerdo con enviar observadores internacionales
al llamado “proceso”. Esa posición es aprovechable. Por eso parece más conveniente una salida
diplomática concertada y operativa, al unísono con una movilización de los
verdaderos partidos de la oposición, en la búsqueda de la suspensión del
malhadado proceso creado por el régimen, forzándolo a tener que aceptar la
posposición por el imperativo del virus y del desconocimiento patente y activo
de la comunidad internacional a la farsa que se cocina a fuego lento. No puedo
negarle el reconocimiento al interés manifestado por la CEV, pues demuestra su
amor por un país sojuzgado y de rodillas, además de ser su mensaje una muestra
del apego a principios de participación cristiana muy respetables. No cabe duda que la CEV en esta posición está orientada
en la posibilidad de la paz, la unión y la concordia de todos los venezolanos,
lo cual, en la realidad actual de Venezuela, para un régimen que no tiene
similitudes en el mundo y que es criminal, corrupto, excluyente, tal propósito no es una exigencia ética.
Por supuesto que la posposición de las elecciones requiere
de una acción concertada febril que
emane del gobierno interino, con el apoyo de todos los partidos
verdaderamente opositores, a los fines de impedir a toda costa la elección y al
mismo tiempo lograr que si se organiza un nuevo proceso sea en una fecha
posterior y con unas bases, términos y condiciones totalmente diferentes que
garanticen, transparencia, legitimidad, igualdad, seguridad y garantías reales
de que las elecciones serán realizadas con el pleno respeto de todos los
venezolanos habilitados para votar y que su derecho de elegir no será
eliminado, irrespetado o conculcado. Sinceramente, ante la denuncia de que
estamos ante un proceso electoral irregular, decir simplemente que hay que
participar porque la participación del pueblo es necesaria para vencer los
intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno, no parece lógico.
Puesto que, ante tan desventajoso proceso electoral que resulta inmoral como
una maniobra que obstaculiza la solución política y social de los verdaderos
problemas presentes en el país, como se afirma en el Comunicado, sin desconocer
que sus basamentos éticos sobre la participación electoral, que teóricamente es
impecable y ajustada a sus principios; no la veo práctica en las circunstancias
como está el país actualmente.
En
la ponderación que he hecho de la participación plena y libre de todos los
partidos y movimientos políticos en las elecciones parlamentarias, que el Comunicado
de la CEV sugiere, tengo presente algunas consideraciones, tambien de basamento
ético. Como, por ejemplo, que no hay que confundir
las esferas de accion de la política y la religión y que las decisiones electorales
pertenecen al ámbito de la conciencia formada e informada de cada ciudadano (Gaudium
Spes 76 y 16). Por lo que en estos
asuntos no existen criterios únicos o absolutos. Igualmente, que el ejercicio libre
del derecho al voto es un requisito mínimo básico de la participación
ciudadana, por lo que no se debe limitar la acción política a su mero ejercicio.
Asimismo, considero que la participación politica ciudadana es multiforme y
variada (Cristifidelis Laici), y que, si
el ejercicio del derecho al voto es más favorable al bien común que la abstención, es una exigencia
moral, vinculada a la corresponsabilidad ciudadana (Catecismo de la Iglesia Católica
No. 2240). Ademas, si los clérigos, religiosos y religiosas, no deben
participar de los asuntos político-partidistas (Codigo de Derecho Canónico 285,
287, 671); sin embargo, no pueden renunciar a su misión de acompañamiento y
ánimo a los laicos sobre su funcion politica, como tampoco a la denuncia de lo
que esté en contra del bien común (Gaudium Spes 31, 36 y 43). Por estos principios, discernir en política
debe conducir a elegir aquella propuesta que conduzca al bien mayor del pueblo.
Por lo que el Papa Francisco ha dicho que “La política no es mera búsqueda
de eficacia, estrategia y acción organizada” (Discurso a un grupo de la Pontificia
Comisión para América Latina, 04.03.2019). Por otro lado, una misma fe cristiana puede conducir a
compromisos diferentes (Octagésima Advenians 50). Esto supone que existe una
diversidad de posturas y modos de hacer política y de buscar el bien común. Por
tanto, el diálogo, la cooperación, la solidaridad, el respeto y el compromiso
por el bien común han de ser los motores que impulsen a los ciudadanos de a pie
y a los que ocupan cargos de responsabilidad política a buscar y hallar las
formas más adecuadas para el desarrollo integral de todos (Sollicitudo
Rei Socialis 32-33). Y, por lo que: “Si las condiciones lo permiten y
propiciamos un ambiente cívico adecuado para la celebración segura, en términos
de salubridad, de las elecciones congresuales, nuestra responsabilidad es ir a
ejercer el derecho al voto. El abstencionismo electoral solo contribuye a que
gane el más fuerte, que no siempre ni necesariamente coincide con el más idóneo
para gestionar los asuntos públicos. Discernir profunda y responsablemente el
voto, con la mirada puesta en el bien común, es un deber de nuestro ejercicio
ciudadano. Con este compromiso básico con la democracia no termina el
compromiso que ha de tener cada ciudadano con el país. Luego de votar se ha de
continuar con la responsabilidad cívica de velar por el respeto y la ejecución
de los compromisos asumidos por los candidatos en sus programas de gobierno,
además de colaborar con el orden justo de la nación. La tarea es ardua, la
renuncia a ella no ha de contemplarse como opción”. En este orden de ideas, “discernir
cristianamente el voto significa que, desde los valores evangélicos y la mirada
crítica y profunda sobre la realidad del país, buscar las decisiones que conduzcan
al bien común y, desde esa distinción, decidir votar en consecuencia”
(Cristian Peralta “Discernir cristianamente el voto”, Acento. Reflexiones Bioéticas).
[1] Los artículos de la Serie Opiniones es
responsabilidad de sus autores y no compromete al Grupo Democristiano Patricio
Aylwin.
[2] Exmagistrado de la
Corte Suprema de Justicia. Individuo de Número de la Academia de Ciencias
Politicas y Sociales. Coordinador del Grupo Democristiano Patricio Aylwin.
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