ELECCIONES
PARLAMENTARIAS Y LAS TESIS DEL VOTO COMO MAL MENOR O DEL VOTO UTIL.
Román J. Duque Corredor
Las elecciones parlamentarias con
partidos ilegalizados y secuestrados judicialmente, un registro electoral
excluyente, candidatos inhabilitados, el ventajismo y el chantaje
oficialista electoral, un CNE ideologizado, parcializado y comprometido, un
cronograma electoral bajo un estado de excepción de alarma por la calamidad
publica de la pandemia del Covid-19; la ausencia de observadores independientes
y la manipulación torticera de la normativa electoral; son los motivos que han
llevado a sectores políticos a plantear como tesis la abstención o el no votar,
como manifestación de rechazo a tal sedicente proceso, sin duda,
arbitrario, ilegitimo y discriminatorio. A ello se
agrega la afirmación del Ministro de Defensa del gobierno de Nicolas Maduro,
con ocasión del 5 de julio de este año, que constituye un hecho notorio
comunicacional. de que “la oposición jamás en la vida (sic) podrá ejercer el
político en Venezuela”, “mientras exista una Fuerza Armada Nacional
Bolivariana como la que tenemos hoy, antimperialista, revolucionaria y bolivariana”.
Ante este cuadro, que sin duda no representa garantía electoral alguna, se
sostiene que votar sería convalidarlo. Ahora bien, frente a la abstención como
tesis de desconocimiento de dicho proceso adulterado, algunas organizaciones y personalidades
plantean como justificación para votar, a pesar de la ausencia de verdaderas
garantías electorales, que si se vota mayoritariamente la oposición mantendría
el control de la Asamblea Nacional. Es decir, es la tesis de votar como un mal
menor o del voto útil. Creo, que los venezolanos debemos ponderar estas tesis,
sin descalificaciones, dado que implican cuestiones morales y no solo
políticas. Vale la pena recordar que la política es parte de la
moral, como lo sostenía el expresidente chileno, Don Patricio
Aylwin. Al respecto, puede decirse que el mal menor parte es bueno y
parte malo. Por ello, es un concepto indeterminado, como el ejemplo
de la botella "medio llena" o "medio vacía", al que se
refieren algunos filósofos. Es decir, que el grado de maldad a medias puede
cambiar a más o a menos. Por eso, afirman estos pensadores, que la doctrina del
mal menor exige procurar siempre el mayor bien posible y evitar el mal mayor, y
que esta tesis es válida siempre que en verdad sea posible
elegir. De allí, que ante una elección que supone ciertamente la
responsabilidad de poder elegir, no existe otra posibilidad de rectitud ética
que elegir lo mejor a pesar de lo malo. Porque realmente se puede
elegir el mal menor. Pero, que en ciertos casos el negarse a elegir,
es decir, la abstención, aun siendo un mal, como rechazo, puede ser el
verdadero mal menor que estamos buscando[1], porque no existe en
verdad una eleccion. De modo que el voto
como mal menor supone la responsabilidad y la posibilidad de poder elegir. Lo cual es más determinante moralmente si la
responsabilidad no es simplemente elegir sino obtener un cambio político, que
es totalmente diferente a votar por una mayoria. Por lo expuesto, la tesis
del votar porque si se vota se gana, no me atrevo de calificarla solamente del
voto por el mal menor, sino la del voto útil, que evidentemente no es
propiamente un planteamiento de corte o naturaleza ética, sino práctica o
pragmática. Tal como se deriva del calificativo de “útil” del voto como alternativa,
ello sería el caso, por ejemplo, si, por ejemplo, dentro de un proceso
electoral indudablemente ilegítimo hay posibilidad cierta para derrocar un
gobierno autocratico, aun cuando no se den las garantías
electorales. Para la consideración de la tesis del voto útil como
instrumento político, entendiendo la política como parte de la moral, por lo
que seguiré las reflexiones que sobre el particular hace Manuel
Morillo en “Iglesia, sociedad y política”, en su artículo “¿Es licito
no votar al mal menor” ?, en la página web Catholic.net, antes citada.
Junto al concepto
de votar como mal menor surge el del voto útil, que, por definición, significa
ni bueno ni malo, pero que, si puede serlo para lo uno y para lo otro, si hay
posibilidad de. obtener un resultado que evite el mal mayor. En este caso,
cobra vigencia la responsabilidad ética del votar. En efecto, como
dice Manuel Morillo, “La utilidad o inutilidad
–siempre relativas- no califican de bueno o malo el voto”. Ahora bien, el
voto útil es un concepto simple o sin contenido si no se justifica para qué es
útil y por qué es mejor que no votar. Por lo que la utilidad del voto depende
grandemente de las circunstancias en que se dé. De allí, que cuando se habla de
voto útil a secas, dice Manuel Morillo, cabe entender que se trata del voto
que servirá para que un candidato salga electo, porque el votar no es ninguna
certeza, sino existe garantía de su resultado. En el caso de las elecciones parlamentarias
la explicación que se da para el voto útil es que hay que votar para ganar la
Asamblea Nacional y que esta es una posibilidad que no se puede
perder. Lo cual, realmente, entre otras circunstancias, su utilidad
no es inmediata para el cambio político. Porque seguiría siendo Presidente quien
lo ejerce ilegítimamente; continuaría un Tribunal Supremo de Justicia integrado
ilegítimamente, que proseguiría con su tesis del desacato contra una Asamblea
Nacional no oficialista y de la flagrancia para eliminar la inmunidad parlamentaria
y el antejuicio de mérito de sus diputados; y un Fiscal General y un Contralor
General, comprometidos y subordinados. Y seguiría la Asamblea Constituyente,
autoproclamada supraconstitucional, que tendría la posibilidad de fijar nuevas
reglas del ejercicio del poder. Por ejemplo, aumentar el período presidencial,
o cercenar la autonomía de la Asamblea Nacional no oficialista, entre otras
violaciones a la institucionalidad democratica.
Por tanto, el voto útil en dichas
inseguras elecciones es una conjetura. En efecto, el voto útil, sólo
es válido si en verdad se puede obtener realmente un cambio político. Por
eso, el voto útil, en estas elecciones parlamentarias, es aún más vago y
exigente que el voto por el mal menor. Así dice Manuel Morillo, no sería
útil votar a un partido para que obtenga la victoria, sabiendo que existen
obstáculos para que ello sea posible, por lo que justificar ese comportamiento
es bastante irreal y falso. En efecto, si la preocupación dominante es no
perder o ganar, y de votar al vencedor, pero no existe una verdadera garantía, el
voto es una conjetura. Detrás de ello no hay sino falta de valor y fortaleza,
como lo dijo San Juan Pablo II, porque se deja de lado ponderar si obrar de
este modo se presta o no se presta a una colaboración ilícita a una ley injusta
o a un proceso ilegítimo, y, si realmente, ese voto no resulta útil, sino
inicuo. El voto útil, pues, tiene que ser determinante para lograr
completamente la opción política que se aspira por las garantías electorales
existentes y que el no prestar atencion a la falta de estas garantias se presta
a equívocos respecto de la licitud del proceso electoral, porque se comprometen
principios morales o políticos indeclinables. Por tanto, el voto
útil ha de ser un voto verdaderamente libre, sin restricción ni control; y no
un instrumento para cubrir un resultado anticipado de una candidatura. Y, que, aunque sea lo
menos malo, tenga ciertamente posibilidades de triunfo. Dice F. Javier Garisoain Otero, en su
artículo “Doctrina y táctica del mal menor”, en la página web “Camino
católico”[2],
que la idea de la utilidad inmediata del voto, que se
construye sobre arena, o bases inciertas, es generalmente estéril. Porque “No evita la ruina porque no remedia
las causas del daño. La verdadera utilidad -también en política- es la que mira
más allá. La que siembra sin pensar en la cosecha”.
Además,
la tesis pura y simple del voto útil olvida que hay otras
"utilidades" a las que puede encaminarse la acción política para una
transicion hacia la democracia, como son: romper la unanimidad negativa, ayudar
a promover cambios positivos, dar ejemplo de fidelidad a unos principios, dar
testimonio de coherencia y de honradez, lograr mayor libertad, investigar y
reparar violaciones a derechos humanos, y castigar estas violaciones y actos de
gran corrupcion y restituir el Estado de Derecho, etc. Ademas, se
falsea el sistema representativo que se dice defender, cuando el voto pierde su
justificación originaria que es otorgar a la representación popular de una
verdadera legitimidad. Por lo expuesto,
coincido con F. Javier Garisoain Otero, antes citado, que
estas tesis pragmáticas, pocas veces llegan a desarrollar las últimas
consecuencias de sus principios y por una acción política de unos principios
erróneos, es incierta y sorprendente, y ni siquiera eliminan todas las
imperfecciones que se quieren superar y mejorar. Finalmente, en cuanto a los conceptos de mal
menor y voto útil, se puede concluir que el voto como mal menor
como doctrina moral es siempre válida si en verdad se trata de la
responsabilidad de poder elegir entre lo bueno y lo malo. Y,
que la táctica política del voto útil es puro maquiavelismo político y aunque aparentemente contradice la táctica del mal menor, es en realidad una prolongación de una misma concepción que esteriliza la acción política. Por ello, la tesis del voto útil no puede comprometer moralmente en las elecciones parlamentarias, si no existen garantias de que si triunfa el voto opositor mayoritariamente su resultado será garantizado. El marco bajo el cual se llevarán a cabo las elecciones parlamentarias no es garantía alguna de la posibilidad de elegir libremente la Asamblea Nacional, en razón de la ilegitimidad del CNE, designado por el TSJ; de la intervención de partidos políticos y del secuestro de sus tarjetas. Al igual que por la usurpación del poder constituyente y del poder legislativo por el CNE para aumentar el número de diputados; por las restricciones a los derechos de manifestacion durante el estado de pandemia; por la destrucción de las máquinas de votación; por la no actualización del registro electoral; y por la diáspora de más de 6 millones de venezolanos, el ventajismo electoral ; y, por la afirmación publica del Ministro de la Defensa del gobierno de Nicolas Maduro, de que la Fuerza Armada no permitirá el triunfo de la oposición, cuando a esta Fuerza le está atribuida la proteccion de los procesos electorales.
que la táctica política del voto útil es puro maquiavelismo político y aunque aparentemente contradice la táctica del mal menor, es en realidad una prolongación de una misma concepción que esteriliza la acción política. Por ello, la tesis del voto útil no puede comprometer moralmente en las elecciones parlamentarias, si no existen garantias de que si triunfa el voto opositor mayoritariamente su resultado será garantizado. El marco bajo el cual se llevarán a cabo las elecciones parlamentarias no es garantía alguna de la posibilidad de elegir libremente la Asamblea Nacional, en razón de la ilegitimidad del CNE, designado por el TSJ; de la intervención de partidos políticos y del secuestro de sus tarjetas. Al igual que por la usurpación del poder constituyente y del poder legislativo por el CNE para aumentar el número de diputados; por las restricciones a los derechos de manifestacion durante el estado de pandemia; por la destrucción de las máquinas de votación; por la no actualización del registro electoral; y por la diáspora de más de 6 millones de venezolanos, el ventajismo electoral ; y, por la afirmación publica del Ministro de la Defensa del gobierno de Nicolas Maduro, de que la Fuerza Armada no permitirá el triunfo de la oposición, cuando a esta Fuerza le está atribuida la proteccion de los procesos electorales.
En esas condiciones, evidentemente que no
existe la responsabilidad ética de poder elegir entre el mal mayor y el mal
menor. Porque ciertamente, tal voto es una conjetura, porque el proceso
electoral parlamentario no es una garantía de la utilidad del voto a favor de
los candidatos opositores para ganar la mayoria de la Asamblea Nacional. Coincido
con el planteamiento de que, dada la situacion de emergencia humanitaria
compleja que afronta Venezuela, lo prioritario es formar un gobierno de emergencia de amplitud y unidad nacional, como lo propugna
la Conferencia Episcopal de Venezuela, en su Exhortación de mayo de este año,
mediante “un
acuerdo nacional inclusivo de largo alcance que salve a Venezuela de la
gravísima crisis en la que se encuentra sumergida y a iniciar procesos para
rescatar y recuperar el país social, política y económicamente “. Acuerdo que ademas comprenda un programa de reconstrucción de las
instituciones, de reactivación del aparato productivo, de justicia social y de
reequipamiento moral. Pienso que sin un cambio político que
permita la solucion de la emergencia humanitaria compleja que afecta la
sociedad venezolana, no podrán realizarse procesos electorales libres, competitivos
y trasparentes en un ambiente de paz y de reconciliación entre los venezolanos
y sin un clima de violencia y de persecucion como el que, según la Alta
Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, en su último Informe, existe en
Venezuela.
Caracas, 5 de julio de 2020
Hay algo peor que eso, si tenemos el reconocimiento de más de 60 países como asamblea nacional y gobierno interino, como es que vamos a avalara unas elecciones convocadas por un CNE nombrado por un TSJ que no es reconocido como institución sino un apendice del gobierno usulpador? Como quedamos ante quienes nos apoyan? Y por otro lado, es ingenio pensar que unos tipos que tienen una orden de captura con recompensa internacional, van a hacer unas elecciones, para perder y entregar el gobierno por las buenas me parece una inocentada pensarlo. Salidos
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