GRUPO DE PENSAMIENTO
DEMOCRISTIANO PATRICIO AYLWIN
“Ética y Política”. “Humanismo y Tolerancia”
Sección Opiniones
“LAUDATO SI”: RUTA
Y PLATAFORMA DEL DESARROLLO SUSTENTABLE HUMANITARIO[1].
Román J. Duque
Corredor[2]
Al culminar 2105, el 25 de
septiembre de este año, los estados miembros de la ONU, adquirieron el
compromiso de adoptar la Agenda 2030, puesto que culminaba el periodo de
cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que
habían sido establecidos en el 2000, como parte del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo, que contempla los 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS), que comprenden 169 metas. Debe recodarse que La Agenda 2030, que entró
en vigor oficialmente el 1 de enero de 2016, es el clamor de una acción global
para los siguientes 15 años de los países que conforman las Naciones Unidas,
que se comprometieron a emplear los medios necesarios para la implementación de
tales los Objetivos y a promover alianzas con el objetivo especialmente de
atender las necesidades de los más pobres y vulnerables. En verdad, que
los Objetivos, en cuestión, son una ruta hacia el desarrollo sostenible en las
áreas económica, social y ambiental mediante la innovación y la acción común, para
lo cual se debe promover la participación de nuevos actores, es decir, del
sector privado y la sociedad civil. Ese
mismo año, con anterioridad, el Papa Francisco, el 24 de mayo, publicó su carta encíclica
“Laudato Si’, dirigida a todas las personas de buena voluntad
sobre la base del vínculo entre dignidad, desarrollo y ecología humana y
para ello, invita a entablar un diálogo sobre nuestra “casa común”,
concretamente, sobre “la rapidacion”, o la crisis medioambiental,
que implica el examen de las relaciones interpersonales, así como entre
nuestro planeta y la economía. Porque, en palabras, del
Pontífice, “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos y
porque esta relación se refleja en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenibles por
estar interconectados.
Tal Encíclica constituye una visión humanista de
los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, en razón que parte de
la idea que la dignidad de la persona humana es la esencia de su contenido,
haciendo enfasis en el compromiso de los estados respecto de estos objetivos de
no dejar a nadie atrás, atendiendo “a los más rezagados” y escuchando el
“clamor de los pobres”. Es verdad, que,
en la conformación de dicha Agenda, se siguió un proceso abierto e inclusivo y
dentro de un equilibrio entre las naciones, por lo que es un Programa que se
aplica universalmente y en el cual se pretende que su mayor peso no recaiga en
los países pobres. Por ello, un objetivo central es acabar con la pobreza, en
lo que coincide con la Encíclica “Laudato Si”.
La diferencia está en
cómo acabar con la pobreza, puesto que el documento pontifico cuestiona que el
crecimiento económico sin límite es posible, en razón de que este “supone la
mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a
‘estrujarlo’ hasta el límite y más allá del límite”. Y propugna por una
definición actual de progreso puesto los ODS no cuestionan la definición actual
de progreso, pero dependen principalmente del crecimiento económico para acabar
con la pobreza, sin reconocer que el actual modelo económico mundial no puede
afrontar plenamente desafíos compartidos. Por tanto, en la Encíclica, en
comento, ello su invitación a un diálogo para redefinir el significado del
progreso y promover un desarrollo humano integral que nos beneficie a todos, en
especial a las personas más pobres y vulnerables, a la vez que se respete el
medio ambiente natural. En este orden de ideas, con relación al ODS de
Erradicación de la Desigualdad, la “Laudato Si” afirma que es necesario
erradicar todo tipo de desigualdad, tanto entre los países como en el seno de
cada país y reconoce los vínculos entre la desigualdad, los daños ambientales,
la capacidad de respuesta de las personas, la migración y el aumento.
Particularmente, en dicha Encíclica, se señala como una muestra evidente de
desigualdad social, “la falta de acceso equitativo a la tecnología, los
alimentos, la salud y el agua” y, la falta de alimentos, lo cual en nuestro
pais es evidente. Y que, debemos combatir las causas estructurales y
relacionales de la desigualdad, lo que también implica realizar un examen de
conciencia y cuestionar nuestro papel.
El
Papa Francisco, bajo estas orientaciones, urge, particularmente a los
cristianos, ante la crisis
de un mundo deshumanizado "de avanzar en una valiente revolución
cultural" para superar fundamentalmente los problemas del deterioro o
"rapidacion" de la calidad de vida o de la degradación humana y
social como causas de la destrucción del ambiente natural que afecta
especialmente a los débiles de nuestra Casa, o sea, la tierra. Para ello traza
como líneas de pensamiento el sostener y dialogar sobre la conciencia de un
origen común, de una pertenencia común y de un futuro compartido por todos. Por
eso señala como líneas de orientación y acción el dialogo sobre el medio
ambiente en la política internacional, el dialogo hacia nuevas políticas
nacionales y locales, el dialogo y trasparencia en los procesos decisionales,
una política y una economía para la plenitud humana y el dialogo de las
religiones con las ciencias. Para lo cual Francisco postula el principio del
amor civil y político, es decir, la convivencia y la unión común y el sentirnos
responsables por los demás y por el mundo. Particularmente el amor civil y
político es también realizar acciones que procuran construir un mundo mejor,
que no solo deben practicar quienes trabajan de manera directa en la política.
Francisco nos recuerda que la política, como expresión del amor por la sociedad
y del compromiso por el bien común, es "una forma excelente de la
caridad" como manifestación del "ideal de la civilización del
amor", que Paulo VI propuso en su Mensaje para la Jornada Mundial de la
Paz de 1977. En su Encíclica “Laudato Si”, el Papa Francisco, nos invita a los
cristianos, religiosos y laicos, políticos y no políticos, a que conformemos
una conciencia común sobre esa revolución cultural, ética y social, que nos
comprometa a llevar a cabo acciones que procuren presentar unidos una
plataforma de la ecología humana de solidaridad y de opción de los pobres para
construir un mundo mejor. Es decir, el Pontífice, como dice el Profesor colombiano
Rodrigo Uprimy Yépez, quien se confiesa no religioso, “habla a la humanidad entera, o como él
dice, a todos quienes ocupamos esta “casa común”, que es la tierra”, puesto que
si bien, en algunos de sus capítulos su lenguaje es teológico y parece relevante sólo a los
cristianos, “el resto de la encíclica
usa un lenguaje científico y ético que permite un diálogo más universal”[3].
En
este orden de ideas, considero que el planteamiento de la construcción de una
tesis humanista es una ruta y una plataforma para el desarrollo sustentable, del cual se habla mucho y se construye
poco por las distintas visiones que sobre el concepto de desarrollo se pueden
sostener. Para esa tesis, en
palabras del profesor colombiano Luis Fernando Fernández Ochoa[4], no se puede simplemente proponer un humanismo,
“que ofrece contenidos
teóricos que se dirigen solo a la mente, pero descuidan el corazón”; pues, “no
basta la exposición, ni siquiera el análisis y la discusión de temas
sociológicos, políticos, históricos y aún éticos si no vamos más allá; es
preciso dar el paso a la formación humanitarista.”. De acuerdo con esta premisa, según el mencionado Profesor, “debemos dar el
paso hacia un humanismo humanitario, porque, como escribe Heidegger, «el
humanismo, si significa algo, significa lo contrario de inhumanidad», lo que
implica que formar en humanidades, o mejor todavía, formar en humanidad, no es
otra cosa que enseñarle al hombre a cuidar de sí mismo y de los otros, para
darle al mundo una «medida humana» y para que, en lugar de fatigarnos buscando
un alto «nivel de vida» que muchas veces conduce al hastío, aprendamos a
trabajar por alcanzar una vida de calidad”.
Y que, para él, dice, los principios y los equilibrios necesarios para la
formación humanitarista se encuentran en la Encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco.
Recordar la Encíclica “Laudato Si”, a sus
cinco años, es significativo en momentos en que la Pandemia del Covid-19 ha
evidenciado un mundo deshumanizado, y una Venezuela inhumana, por la falta de
un humanismo humanitario, es decir, más allá de lo económico, de lo técnico y
de lo político.
Caracas, 17 de mayo de 2020
[1][1]
Según las reglas del del Grupo Democristiano los artículos publicados
bajo esta Sección no comprometen la responsabilidad del Grupo, sino que
corresponde a su autoría.
[2]
Coordinador del Grupo de
Pensamiento Democristiano Patricio Aylwin, exmagistrado de la Corte Suprema de
Justicia de Venezuela, Individuo de Numero de la Academia de Ciencias Politicas
y Sociales y profesor universitario.
[3]“Nuestra
Casa Común”, (https://www.dejusticia.org/column/nuestra-casa-comun/,
consultada el 17 de mayo de 2020)
[4]“De
la instrucción humanista a la formación humanitarista”, Revista Universitas
Científica, diciembre 2017, de la Universidad Pontifica Bolivariana, Medellín,
Colombia (https://pdfs.semanticscholar.org/46e5/cd27c831f0e5862ff0f6dc4ee9389ebb3b8b.pdf,
consultado el 17 de mayo de 2020).
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