Abogado, Dr en Derecho. Profesor honorario de la Universidad de los Andes y ex Magistrado

sábado, 9 de enero de 2016

Homenaje a José Román Duque Sánchez, mi Padre, en el centenario de su nacimiento

UN BUSTO PARA EL RETORNO AL HOGAR

Román J. Duque Corredor

Presidente de la Fundación Alberto Adriani

Cierto que la tierra amarra o llama. Las querencias son ataduras que se encogen en momentos de la vida. La Casa se confunde con el Pueblo y este con su gente. Estas querencias son lo doméstico, lo nativo y lo local. Juntas dan identidad a las personas que por lo casero, lo originario y lo regional se unen en un gentilicio. Como en una suerte de consanguinidad espiritual. Esta distingue a los zedeños. Son una consanguinidad anímica, vale de decir moral, que se convierte en una comunidad regional que se proyecta nacional y hasta internacionalmente. Esta comunidad espiritual es la zedeñidad que se adquiere por nacimiento, que es involuntario, se consolida con el crecimiento que es una decisión y que renace o se readquiere con la muerte, que es voluntaria y consciente, como acto de última disposición. Y que también como un acervo moral es heredable por generaciones.

José Román Duque Sánchez adquirió la zedeñidad por nacimiento porque fue su cuna, la consolidó porque nunca renunció y desdeñó de su origen; porque su cuna es la tumba de sus padres y la readquirió cuando en una de sus últimas disposiciones de voluntad quiso volver a su lugar de nacimiento, "pero no en una urna sino en un recuerdo, porque mis restos pertenecen a mi familia", según sus palabras. La Fundación que lleva el nombre de Alberto Adriani, a quien, José Román Duque Sánchez, conoció desde niño como alumno de la escuela de su Padre, el Br. Félix Román Duque, y después en su juventud y adolescencia como todo un Ministro de la Venezuela que salía del ruralismo, acogió su legado como albacea para cumplir este acto de última voluntad de su renacimiento como zedeño no en un féretro sino un símbolo de su memoria por su consecuente zedeñidad.

Cierto es que algunos de sus paisanos zedeños han renacido por sus tumbas o sus cenizas, abiertas o colocadas en su Pueblo. Porque aún perduraban lazos familiares en su Zea y estos podían ser custodios de sus restos y responsorios. Otros, como él, solo tenían de nexo las tumbas de sus abuelos y padres y hermanos, por lo que regresaron en retratos, libros o pinturas o en epónimos de instituciones educativas, sociales, culturales o asistenciales.

El símbolo de la zedeñidad de José Román Duque Sánchez, con el cual vuelve a nacer donde estuvo su cuna, es su imagen grabada en una escultura, y que para resaltar su significado y la continuidad de la obra de su Padre, el Br. Félix Román Duque Sánchez, las autoridades municipales acordaron colocar en la Plaza de El Estudiante de su población nativa. Así su recuerdo se une al de su Padre, educador como él, por lo que su remembranza es otro monumento más a la obra de ese educador de generaciones de zedeños ilustres y que sigue orientando la del plantel escolar que lleva su nombre. Padre e hijo, recogidos en sendas esculturas, una en su Escuela, y la otra, en la Plaza de El Estudiante, que es su atrio, en una alianza paterna filial, son monumento perenne de la conjunción de los valores de rectitud, de responsabilidad y de ciencia que en conjunto han distinguido y distinguen la zedeñidad.

La Fundación Alberto Adriani con la escultura en bronce del artista Iván Ramírez Méndez, de José Román Duque Sánchez, en esta Plaza erigida en reconocimiento a la juventud estudiosa zedeña, que hoy más que nunca, es su principal reserva, hace realidad su última voluntad de volver a nacer en Zea, con su recuerdo perenne, que junto con la que inmortaliza la obra de su Padre, será un elemento de la vida y de la cotidianidad zedeña, como identidad espiritual, o de la zedeñidad, a cuya construcción en la sociedad nacional han contribuido sus más distinguidos hijos, vecinos y paisanos. Porque, como decía Víctor Hugo, el gran novelista francés, "Los pueblos son grandes no por el tamaño de su territorio, ni por el número de sus habitantes. Ellos son grandes, cuando sus hombres tienen conciencia cívica y fuerza moral suficiente, que los haga dignos de civilización y cultura".

Para recordar la grandeza civil y moral de esa República chiquita, como llamó a Zea, el zedeño adoptivo Miguel Ángel Burelli Rivas, la Fundación Alberto Adriani, la Alcaldía y el Concejo Municipal del Municipio Zea, erigen la imagen broncínea de José Román Duque Sánchez, uno los zedeños que ha contribuido, junto con otros preclaros nativos de este Pueblo, a su grandeza moral, cívica, republicana, cultural y democrática. Y que coincidencialmente se erige para la posteridad a la entrada de su población, donde hoy está esta Plaza de El Estudiante, que hace recordar el sentimiento que desde aquí, en este sitio, Palmira, al descender en la carretera que lo traía de Tovar, despertaba en José Román Duque Sánchez, la cercanía del lugar de su nacimiento, al aproximarse a su perímetro urbano y donde vislumbraba la torre y la cúpula de su Iglesia y la vista de la Atalaya de la espiritualidad zedeña, como llamaba a la Cuchilla, el mismo José Román Duque Sánchez. Ante esa visión anticipada de lo que significaba su Pueblo, decía, al llegar a Palmira: " Zea: nunca ni jamás quedarás en el pasado porque siempre serás mi pueblo amado. Y siempre, siempre, me hormiguea el corazón cuando desde la carretera veo tu campanario". José Román Duque Sánchez, tu corazón seguirá hormigueándote porque ahora verás desde este asiento, desde la misma Palmira, todos los días su campanario y La Cuchilla, sin necesidad de venir por carretera.

Un poeta chino, de la antigüedad, después de mucho tiempo de estar alejado de su pueblo, en funciones imperiales de alto nivel, regresó a su lar nativo. Y en un poema recogió el sentimiento de tristeza que le produjo el desconocimiento que tenían sus paisanos jóvenes de su persona, y, que reprodujo en estas estrofas: "

"Retorno a mi pueblo natal

Dejé mi casa siendo niño

Hoy regreso cargado de años

Mi acento local no ha cambiado

Pero apenas me quedan unas cuantas canas y

Los chicos me miran intrigados

y sonrientes me preguntan:

¿De dónde viene usted, forastero?".

Afortunadamente los zedeños más jóvenes, presentes y futuros, tendrán el testimonio y el recuerdo de José Román Duque Sánchez, que como hijo del Br. Félix Román Duque, continúo y engrandeció con su obra, la dignidad de un Pueblo, como Zea. Por lo que no interrogarán a los mayores sobre de dónde vino, porque será un testimonio vivo y presencial no solo de su trayectoria como abogado, jurista y magistrado, sino por su presencia en la Plaza de El Estudiante, a quien verán todos los días, Y, porque, ante esa pregunta los mayores podrán responden a los jóvenes, es "venezolano pero de Zea", con las mismas palabras con las que con legítimo y justificado orgullo respondía José Román Duque Sánchez al preguntársele, "¿De dónde es usted y de dónde viene?. En verdad, con este testimonio escultórico, se responde a la preocupación de José Román Duque Sánchez sobre qué le podía dejar de bueno a Zea, después de su muerte, porque su inquietud era el de responder a la condición digna haber nacido zedeño, porque, de él se puede decir, que al igual de Cicerón, tenía plena conciencia que "La Patria, después de Dios, tiene derecho a que nuestra alma, nuestro talento y razón, le consagren sus mejores y más nobles facultades".

Con este testimonio escultórico de José Román Duque Sánchez, la Fundación Alberto Adriani, la Alcaldía y Concejo Municipal de Zea y su Familia, cumplen con el legado de retribuir a Zea, como su patria chica, lo mejor y más noble de su vida y obra, que fue su dedicación, con espíritu apostólico, al estudio del Derecho, al fomento del respeto por la ley, la garantía de la integridad de la Constitución y el no envilecimiento de la Justicia. Pero sobre todo su vocación por la mejor formación y preparación de nuestros estudiantes, como fiel heredero de la obra docente y educativa de su Padre, el Br. Félix Román Duque.

Emiro Duque Sánchez, zedeño raigal, y que su yerno, Humberto Silva Cubillán, digno oficial de nuestra Fuerza Armada, ensayista y escritor, calificó como "el poeta que daba vida a lo que le rodeaba", entre otras a los afectos, dijo de su hermano José Román Duque Sánchez, en su sonetario bibliográfico "Humana Lumbre" lo siguiente:

"Réplica de bondad del padre muerto,

vertical parodiando la pomada.

Aprendió en el deber que es libro abierto

que la verdad es todo, todo y nada.

Todo para vivir con paso cierto,

Para rendir seguros la jornada.

Nada cuando ya somos polvo yerto,

Pero verdad aun no siendo nada.

Hermano por la sangre y por la angustia

de saber que la flor se torna mustia

y muere sin saber que está muriendo".

 

El poeta ya predecía la muerte de ambos. Él lo precedió y después lo siguió su hermano. Sus versos transmitían lo que el poeta mejicano, Javier Villaurrutia, llamaba La Nostalgia de la muerte. Es decir, la muerte como nostalgia y no como fruto o fin de la vida, que equivale a afirmar que no venimos de la vida sino de la muerte. En otras palabras, de lo antiguo y original, de la entraña materna, o del recuerdo de que todos somos polvos y vamos al polvo. Por ello, sus comentaristas dicen que este poeta, e igual podemos de decir, de Emiro y José Román, Duque Sánchez, que deseaban encontrar en la muerte una revelación que la vida temporal no les había dado: la de la verdadera vida. Por eso Javier Villaurrutia declamaba:

"Al morir

la aguja del instantero
recorrerá su cuadrante
todo cabrá en un instante...
y será posible acaso
vivir, después de haber muerto".

 

Pero, su todo cabe en los instantes de su vida en el cuadrante de Zea, su pueblo. Uno, el poeta, con los versos que le dedicó y con su nombre con que se distinguió la Biblioteca de su principal asiento de las artes, el Centro Cultural, Rafael Ángel Rondón Márquez. Y, el otro, con su imagen esculpida en bronce a la entrada de Zea, en Palmira, donde le latía el corazón al vislumbrar su Iglesia y la Cuchilla, y en la Plaza de El Estudiante, de quien fue tutor, ductor y formador. Y los dos, junto a la efigie de su padre, el Br. Félix Román Duque, acrecientan las de otros próceres civiles, que junto con ellos son testimonio histórico de la zedeñidad como identidad social, cultural y política. Y siguen viviendo en Zea después de muertos.

Con la develación de la escultura de la imagen frontal de José Román Duque Sánchez, la Fundación Alberto Adriani, la Alcaldía y Concejo Municipal del Municipio Zea y sus familiares, cumplen con el testamento moral de este "venezolano de Zea", José Román Duque Sánchez, de volver a su pueblo, "pero no en una urna sino en un recuerdo". Y, en verdad, que por esos designios de Dios su recuerdo será diario, porque todo el que venga a Zea del Valle de Mocotíes, al pasar por Palmira, tendrá que verlo y saludarlo a su entrada.

Zea, 9 de mayo de 2014.

 


 
 

 

 

 
 

 

 

 



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